miércoles, 18 de enero de 2012

¿ES POSIBLE LA REFUNDACIÓN DEL PRD?


¿ES POSIBLE LA REFUNDACIÓN DEL PRD?
Ignacio Pinacho
30 de noviembre de 2009

             “Para poder competir con el populismo hace falta una izquierda con historia pero  también con ideas nuevas, y para lograr esto último puede ser necesario un relevo generacional entre los dirigentes… cuanto más minoritaria y fragmentada es la izquierda mayor  es la tendencia al conservadurismo o al oportunismo entre los grupos dirigentes.”
(Ludolfo Paramio)

Durante los días 3, 4, 5 y 6 de diciembre se celebrará el XII “Congreso Refundacional” del PRD, en el Oaxtepec, Mor. (DF), bajo la consideración principal de “que es necesario e indispensable abordar nuestra crisis a partir de llevar a cabo una profunda reforma de nuestra organización partidaria,… y se revise, a la luz de los resultados electorales del 5 de julio pasado,… sus prácticas, reglas de convivencia y formas de organización con la finalidad de dar cumplimiento a los anhelos y aspiraciones, que nos dieron origen y contribuir a la solución de los problemas actuales.”[1]

Por la trascendencia del evento y por los objetivos y agenda definidos, nos permitimos hacer una serie de consideraciones respecto a si es posible -bajo las reglas establecidas para su congreso y por los documentos elaborados- la refundación del PRD, y cuáles serían las perspectivas más generales para la izquierda en su conjunto.

ALCANCES Y LIMITES DE LA REFUNDACIÓN

La convocatoria en sí establece los límites de la refundación.  Los principales liderazgos del PRD en ningún momento pensaron en una refundación de gran calado, que significara no solo el cambio de “reglas de convivencia y formas de organización”. A lo más su Congreso alcanzará a realizar una serie de reformas y exhortos para “re­construir la unidad, recuperar la credibilidad perdida y la confianza de los ciudadanos”, a través de  “un nuevo consenso que garantice la democratización del PRD, su unidad en la acción, su eficacia democrática y su congruencia teórica y práctica” [2]

Desde su interior existen voces que señalan que la refundación será mera simulación y perversidad. “Como se puede refundar el partido, cuestiona (Alfonso Ramírez Cuellar), si votarán los mismos de un año antes y que además llegan con los votos amarrados por corriente… Se mantiene el control, también de los votos, de los mismos que se apoderaron del partido. Todo apunta que quieren hacer un partido de grupos. Seguimos con el mismo problema de descomposición política. No parece que quieran cambiar lo que permite tener un sistema de complicidades…

Los cambios de fondo reales serían aceptar que el IFE, que un órgano ciudadano organice los procesos electorales de los partidos y fiscalice los recursos y el financiamiento de las corrientes, que el Código penal alcance a los delitos en los procesos internos en los partidos y contrario a lo que quieren ahora, se eleven los derechos de los militantes”.[3]

En el documento de Línea Política se le dedica todo un apartado al Tipo de Partido, reiterando una serie de conceptos y postulados validos para toda circunstancia: ética, institucionalidad, democracia, libertades, honestidad, etc.; y que  define la refundación que pretende su Congreso: “la refundación ética, ideoló­gica, programática e institucional de nuestro partido y construir con el PRD representaciones y gobiernos austeros, honrados, eficaces y comprometidos con la participación ciudadana y al servicio del pueblo, espe­cialmente, con los que menos tienen” [4]

De acuerdo a la Real Academia Española, Refundación significa la “Acción y efecto de transformar radicalmente los principios ideológicos de una sociedad o de una institución para adaptarlos a los nuevos tiempos, o a otros fines”. Y de acuerdo a las experiencias internacionales en la materia, existen refundaciones en direcciones diversas dependiendo de los fines que los actores políticos y sociales se proponen.

Si la acepción literal del término, según la Real Academia Española, es la acción de transformar radicalmente los principios ideológicos, significa entonces que el PRD tendrá que pensar primero si sus actuales planteamientos ideológicos son o no los adecuados y acordes a los nuevos tiempos.[5]

Sin embargo, en la lectura de los documentos que se presentan al “Congreso Refundacional” sigue observándose la coexistencia de conceptos de una izquierda revolucionaria, que concibe la lucha de clases como el motor del cambio y la concepción gramsciana del bloque histórico hegemónico, junto con conceptos -menos elaborados por cierto- de un socialismo democrático.

Se aprecia entonces que no habrá una refundación ideológica que deje atrás el “socialismo realmente existente”, ni un planteamiento programático que se deslinde en definitiva de los postulados del nacionalismo revolucionario. Y como señala acertadamente Pascal Beltrán del Río, “los perredistas tendrán que decidir si su partido se refunda, lo cual implica un cambio importante de concepciones, o simplemente reacomoda sus piezas en pugna”[6]

UNA CRISIS QUE VIENE DE ATRÁS Y QUE SE REPITE

Las mayores crisis que precedieron a la actual que padece el Partido de la Revolución Democrática, es la que resultó a raíz de la elección interna que llevó a Rosario Robles a la Presidencia del Partido (El 17 de marzo del 2002), y los hechos que evidenciaron los videos-escándalo, en el mes de marzo de 2004.[7]

Producto del proceso fraudulento de las elecciones internas que llevó a Rosario Robles a presidir el partido, el VII Congreso Nacional  nombró una Comisión para la Legalidad y la Transparencia, presidida por Samuel del Villar, María Teresa Juárez de Castillo, Rubén Rocha Moya y Miguel Ángel Domínguez, encargada de investigar “los fraudes electorales cometidos por todas las tribus del partido en las elecciones internas de marzo de 2002”.

El "Informe Final" del 30 de octubre del 2002 es un diagnóstico desolador sobre la "desorganización y vacío institucional" y sobre la pésima "conducta de los miembros y dirigentes" del PRD. Ahí aparece una cruda descripción de una cultura institucional caracterizada por "los antivalores de la irracionalidad, el desorden, la violencia, la corrupción, la simulación para impedir involuntaria o dolosamente" el derecho al sufragio y "obtener o intentar obtener posiciones y puestos de representación partidista"[8]

La dirigencia del partido terminó por ignorar el informe. “La Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia, responsable de aplicar las recomendaciones, y la propia Rosario Robles, asfixiaron el trabajo de la Comisión Del Villar. El cuaderno de pastas amarillas nunca circuló oficialmente. Hoy los expedientes que dan sustento a aquella investigación duermen bajo la custodia de la Fundación Heberto Castillo.”[9] Los operadores políticos de los principales grupos terminaron por “restañar” las heridas, dejando el fraude debajo de la alfombra.

Respecto a los graves actos de corrupción de marzo de 2004, evidenciados en horario estelar por la televisión, fueron la cúspide de la descomposición ética y política del partido más importante de la izquierda. Sin hacer la investigación correspondiente para llegar a destapar toda la cloaca y señalar a todos los que estaban involucrados, terminaron por hacerles el juicio sumario a quienes terminaron por renunciar al partido.

Seguramente si la investigación hubiese llegado al fondo de toda la verdad, no sólo significaba el descabezamiento de muchos dirigentes, sino la posibilidad de que el PRD perdiera su registro. El Instituto Federal Electoral bien pudo haber realizado la investigación correspondiente para tomar esta determinación, empero, estos temas siguen siendo un tabú para nuestras instituciones electorales.

El  VIII Congreso del PRD, realizado del 26 al 28 de marzo de 2004, estuvo marcado por estos escándalos. Leonel Godoy, que retomaba la dirección del partido a raíz de la renuncia de Rosario Robles, propuso al Congreso una Comisión para la Transformación del Partido y una Comisión Especial Investigadora conforme al resolutivo del pleno extraordinario del V Consejo Nacional celebrado el 6 de marzo en Morelia, que entre otras funciones debía recibir cualquier denuncia de corrupción relacionada con los escándalos recientes y que retomara en lo posible las recomendaciones de la Comisión de Legalidad y Transparencia, que ya habían sido descartadas con anterioridad.

En palabras del propio Leonel Godoy, era necesario “construir un acuerdo donde los dirigentes, gobernadores, legisladores y presidentes municipales se comprometan con la transparencia y la imparcialidad, tanto con relación a los procesos partidistas internos como en el ejercicio de la función pública. Seamos ejemplo de buen gobierno y de dirección política.”

En un discurso con cierto sentido de impotencia, Godoy solicitaba a los Congresistas mayores facultades para con “los órganos internos de elecciones, jurisdiccionales y de fiscalización; por ello sus miembros no deben pertenecer a ninguna corriente interna. Nuestra reforma estaría incompleta, si no prevemos mecanismos que eviten prácticas corporativas y clientelares en nuestros procesos internos y que recursos de dudosa procedencia se usen indebidamente… “[10]

Cabe destacar el diagnostico que la subcomisión de estatuto (integrada, entre otros, por Jesús Zambrano, Arnaldo Córdova, Juan Guerra, Agustín Guerrero, Saúl Escobar y Rosa Albina Garavito) elaboró respecto al partido y que es el mismo que se ha venido reiterando hasta la fecha: "el modelo actual del PRD está agotado. Por lo cual el partido requiere una profunda, urgente y rápida reforma orgánica y política, una nueva cultura y una ética acorde con nuestros principios y propósitos para estar a la altura de las necesidades que nos plantean los procesos políticos que van de aquí al año 2006."[11]

Esta situación era una oportunidad para la renovación del perredismo, pero no fue aprovechada para dar un golpe de timón al partido, se impuso el conservadurismo y la unidad partidista ante las acciones del “complo” que el enemigo tramó.

La transformación del partido quedó en manos de las clásicas comisiones que tenían que presentar propuestas al IX Congreso. El primer problema que se enfrentó  este Congreso fue si éste era lo suficientemente legítimo, en razón que los delegados para este nuevo Congreso eran precisamente los mismos que resultaron de la elección del 17 de marzo de 2002, y que la Comisión que encabezó el Dr. Del Villar determinó que era fraudulenta. Es exactamente el mismo problema al que se enfrenta el hoy llamado XII “Congreso Refundacional”. La Dirección del partido de ese entonces decidió abrir una nueva elección de delegados. La actual dirección resolvió, según estatuto, mantener los mismos delegados del último proceso electivo.

Finalmente, el IX Congreso, “será recordado como el más insípido y, probablemente, como el de menor trascendencia en la historia de los cónclaves perredistas. No hubo debates ni temas ríspidos. ¡Vamos! Ni siquiera hubo conflictos entre las corrientes. Fue un congreso que quedó atrapado en la inercia del conflicto del desafuero y el liderazgo indiscutible de Andrés Manuel López Obrador  primer perredista del país y –a como de lugar– candidato a la Presidencia de la República. Sus magros resultados pueden contarse con los dedos de una mano: toma de posesión de Leonel Cota Montaño como presidente nacional; resolutivos para adelantar la elección del candidato a la Presidencia de la República y para que Andrés Manuel López Obrador pueda ser candidato; elección de consejeros nacionales, y una anodina declaración política que, prácticamente, ningún medio de comunicación recogió”[12]

Tampoco el X y el XI Congresos del PRD fueron suficientes para rectificar las formas de hacer política y contar con nuevas propuestas atractivas para ciudadanía, que al partido le permitiera sortear con buenos dividendos las elecciones del 5 julio de 2009.
 
Los malos resultados electorales obtenidos, precedidos de la disputa por la presidencia del partido, entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas, que encaminó al perredismo a una nueva crisis, fueron una muestra más de la incapacidad del perredismo para renovarse. Ahora le corresponde al XII “Congreso Refundacional” asumir la responsabilidad y los cambios que las otras direcciones políticas y Congresos no fueron capaces de impulsar. Se ve cuesta arriba.

QUÉ IZQUIERDA QUÉ PARTIDO

Durante y después de la campaña interna por la presidencia del partido, entre Ortega y Encinas, salió a relucir lo que el caudillismo mantuvo reprimido durante varios años: que en el PRD no solo se cometían fraudes electorales y actos de corrupción, sino que también existían diferencias de concepción política y de estrategia.

Esta disputa alcanzó una fuerte dosis de infantilismo y una andana de calificativos. El descredito volvió por sus fueros, sin que ningún órgano institucional del partido lograra detenerlo, y aquellas voces que llamaban a la prudencia y al debate de altura fueron silenciadas por la arrogancia y la intolerancia.

¿Pero qué izquierda estaba a debate? Dolores Padierna expresó así el dilema: una izquierda funcional al régimen capitalista o una izquierda que vaya más allá de lo electoral para cambiar al sistema.[13] El Bloque que encabezaba Alejandro Encinas, apoyado por López Obrador, pretendía “rescatar“el partido con “el único objetivo de rescatar los principios y objetivos que dieron origen a nuestra organización”.[14]

Por su parte el bloque que apoyaba a Jesús Ortega planteaba así la disyuntiva: “Mientras la vieja izquierda conservadora insiste en un tipo de partido con mando único y unipersonal y que ni siquiera es el presidente formal del partido (“aquí despacha el presidente, pero el que manda vive enfrente”), la izquierda renovadora y democrática proponemos un PRD de instituciones permanentes, actuantes, colectivas, respetuosas de la legalidad interna y constitucional, ajustadas al cumplimiento de nuestros principios y programa.”[15]

En un nivel bajo del debate la disputa se podría resumir así: Por un lado estaban los  moderados que representaban a la izquierda institucional a gusto del “presidente espurio”, y por otro lado, el bloque de los intransigentes a gusto de los intereses del “presidente legítimo”. En esencia la disputa subyace en el reconocimiento o no de las instituciones del país, o en el reconocimiento o no de Felipe Calderón como presidente constitucional.

Después de los magros resultados del pasado 5 de julio, el tipo de partido nuevamente estuvo en la palestra de la discusión, pero ahora en torno así aplicaba o no sus normas estatutarias para aquellos militantes -incluido a López Obrador- que las habían violado durante la campaña electoral. De esta situación nuevamente el PRD evidenció dos asuntos nodales. Una organización política que no respeta sus propias reglas y, por lo tanto, la endeblez de su institucionalidad. Y por otra parte, la determinación de que en el PRD hay militantes de primera y segunda clase. Que ante la ley y los estatutos López Obrador, Martí Batres, Armando Quintero, Pablo Gómez, entre otros prominentes militantes del partido son distintos o intocables respecto a los militantes de base y dirigentes locales, que sí fueron expulsados del partido.

Esta determinación se fraguo y se resolvió en el  4° Pleno Ordinario realizado en la Ciudad de Morelia, Michoacán, los días 31 de julio y 1 de agosto de 2009, aplicando la política del toma y daca: si me voy se van, si nos quedamos pactamos. Nuevamente las diferencias desaparecieron por arte de magia.

Sin embargo, de la lectura de los documentos que se presentan a su “Congreso Refundacional” se desprenden concepciones que colocan al PRD como una izquierda revolucionaria, nacionalista, antiliberal, antiimperialista y anticapitalista. Definiciones que han sido o fueron fuertemente criticadas por Nueva Izquierda, en particular por Jesús Ortega. Por otra parte, en las definiciones adoptadas en la llamada Conferencia Nacional Unitaria de las Izquierdas también podemos encontrar definiciones de una izquierda con características semejantes.

Dice el proyecto de Declaración de Principios (punto 9) respecto a la identidad del PRD: Asumirse de izquierda implica rechazar al capitalismo y construir alternativas. En el punto 1 de la línea política subyace el carácter nacionalista y antiestadunidense: México está atrapado en una dependencia económica, tecnológica, financiera, política, militar e ideológica (que) ha servido para drenar ingentes riquezas en recursos humanos y financieros mexicanos en favor del coloso del norte, y de una élite de privilegiados.

En la definición de su Estrategia Política 2010-2012 (punto 32 de la Línea política), se relega a un segundo plano la lucha institucional, el dialogo y la vía electoral como vías para transformar el país por la siguiente tesis: Reivindicamos la permanente lucha social y a la resistencia civil pacífica para transformar profunda y radicalmente las relaciones políticas, sociales y eco­nómicas de la sociedad con un sentido de igualdad, justicia, legalidad y libertad y sustentabilidad.

Esta tesis se complementa con lo que expresa Dolores Padierna: “para que el partido recobre su naturaleza transformadora y sea un instrumento con poder de cambio, debe aplicar un nuevo modelo de partido, ser un partido movimiento… (Porque) el partido-movimiento crea poder popular aliándose a otros movimientos… El poder popular también se forma desde abajo creando una economía paralela, una organización social autónoma, que sabe contrarrestar los efectos de las políticas neoliberales…” y concluye en la necesidad de “consolidar al PRD como un partido resurgido del movimiento social y la insurgencia cívica, un partido que asume al socialismo como la única alternativa para solucionar la crisis del capitalismo neoliberal.”[16]

Esta tesis de partido-movimiento, y que en la práctica se ha venido imponiendo, viene desde los años cuando López Obrador fue presidente del partido, y que se contrapone a la propuesta de un partido-frente que ha venido proponiendo Jesús Ortega, que en el estatuto propuesto no aparece por ningún lado.

En los documentos también se aprecia la idea de contar con partido revolucionario bajo la premisa de que vivimos una situación donde el “sistema político aún padece el lastre del presidencialismo autoritario” y que “se está configurando un estado autoritario policiaco-militar”, en el contexto de una “crisis económica, política, social, de seguridad pública y otras” que está provocando una “pro­funda polarización social, política e ideológica” porque “la transición democrática electoral fraca­só”.[17]

Esta visión que se tiene de la situación actual se refuerza con la perspectiva de que “México se encuentra ante un serio riesgo de es­tallido social, justo a cien años del descontento que dio origen a la Revolución Mexicana. Un estallido social sin dirección política, sin objetivos democratizadores, sin el claro propósito de cambio de modelo de desarrollo, sería una condición favorable para que las derechas go­bernantes intentaran una escalada de mayor represión contra las organizaciones sociales políticas democráti­cas y progresistas, con el fin de desarticular las bases ciudadanas de las izquierdas.” (Punto 12 de la Línea Política).

A diferencia del pasado inmediato donde en el PRD se decantaban “dos visiones y dos formas de hacer política. Una que quiere seguir apostando por las instituciones y la otra que quiere mandarlas al diablo. Una que está dispuesta a jugar con las reglas del juego y la otra que quiere desconocerlas. Una que cree en las bondades del gradualismo y la otra que no está dispuesta a esperar su turno. Una que cree en la democracia cuando gana o pierde y la otra que no sabe aceptarla… dos visiones irreconciliables.”[18] , hoy todo parece indicar que finalmente se impondrán las tesis de una izquierda revolucionaria, antiliberal y nacionalista, por encima de las tesis de una izquierda democrática, liberal y cosmopolita.

Porque, en los documentos a discutir en el congreso “las profundas diferencias existentes entre los principales dirigentes, sobre el tipo de organización que debe ser nuestro partido, sobre su estrategia y sobre el tipo de izquierda que el país necesita”[19], pareciera que han sido superadas por el loable propósito de enfrentar “la envestida del neoliberalismo” y porque “la Nación nos exige Unidad” de todos “los sectores progresistas, democráticos y de izquierda, plurales y diversos, (que) no deben seguir dispersos”, porque además, “no se nos puede olvidar que somos los únicos que representamos a los excluidos del sistema.”[20]

Finalmente, de acuerdo al proyecto de estatuto que se presenta al “Congreso Refundacional”, la propuesta de partido-frente (tipo Frente Amplio de Uruguay) ha sido derrotada por la propuesta partido-movimiento. Las reformas al estatuto dejan intactas las disposiciones y resquicios legales que han provocado las crisis en los proceso de elección. Hay evidencias claras de que la “refundación” planteada no llegará a buen término, será una vuelta al pasado.

TABUES Y COMPLEJOS NO SUPERADOS

1.- “Los acuerdos de San Andrés Larrainzar son la base para la nueva relación con los pueblos indios”

Mientras la izquierda está esperanzada a que se cumplan dichos acuerdos, los pueblos indígenas siguen siendo excluidos del desarrollo y de su condición de ciudadanos. La mejor forma de sacar de la marginación a estos sectores de la población es a partir de la definición de políticas públicas y acuerdos pactados, de ya y desde los Congresos,  para enfrentar la pobreza y la marginación social. Políticas de Estado que deben estar sustentadas a “partir del principio jurídico fundamental de la igualdad de todos los mexicanos ante la ley y los órganos jurisdiccionales, y no creación de fueros especiales en privilegio de persona alguna, respetando el principio de que la Nación Mexicana tiene una composición pluricultural”.[21]

Y en el aspecto político, avanzar en el desmantelamiento del cacicazgo indígena que bajo el manto del respeto a los usos y costumbres mantienen el control corporativo sobre la población y les niegan derechos cívicos e individuales a las mujeres. Hay que empezar esa batalla por el estado de Oaxaca, donde la opresión hacia la mujer, el cacicazgo, el autoritarismo y la ausencia del sufragio universal y secreto están autorizados por la constitución política local.


2.- “Integración económica continental con base en la unidad latinoamericana”

Mientras la izquierda mexicana sigue esperanzada a que alcancemos una integración continental con Latinoamérica, la población, la economía y el comercio mexicanos están cada vez más integrados a los Estados Unidos de Norteamérica. El antiamericanismo que padece nuestra izquierda es el talón de Aquiles que la enclaustra en un nacionalismo ramplón. Es tiempo de plantearse seriamente una integración multidimensional con el Continente de Norteamérica, sin dejar de ser activo impulsor del multilateralismo en nuestra política exterior.

Y como dicen acertadamente Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín, es “indispensable iniciar un debate sobre lo que podríamos resumir bajo la odiosa pero útil formulación del código postal. A cuál queremos pertenecer: al universo de Zelaya y su sombrero, de Chávez y su boina, de Raúl y su senectud, de Brasil que no nos quiere en el vecindario, o al de América del Norte. En realidad, no hay mucho margen para decidir. México tiene su corazón en América Latina, pero tiene su cartera, su cabeza y la undécima parte de su población en América del Norte. La afinidad latinoamericana es del corazón, de la cultura y del idioma, no de los intereses económicos ni de la densidad humana de la relación.”[22]

3.- “Defender con éxito el patrimonio nacional que representa la industria ener­gética, petróleo, gas natural y electricidad, conservar a Pemex, CFE y a Luz y Fuerza del Centro como pilares de la soberanía nacional” 

Ahora resulta que “nuestros” monopolios estatales nos han hecho más independientes y soberanos, cuando que ha sido todo lo contrario. Si en algún lugar existen prácticas y un diseño institucional del viejo régimen autoritario y patrimonialista es precisamente en los monopolios estatales. El ejercicio de la rectoría por parte del Estado se confunde con la propiedad absoluta hacia estas empresas, y la propiedad de ellas se confunde con nuestra soberanía.

De acuerdo a las experiencias internacionales, los estados soberanos promueven la apertura del capital privado, la controlan o la acotan dependiendo de las condiciones. Aquí nuestra izquierda idolatra a los monopolios estatales, son preceptos bíblicos y sagrados de nuestra Constitución Política, por siempre y para siempre nuestra muerte amén. Es tiempo de que el Estado Mexicano defina cual o cuales deben ser los sectores estratégicos que pueden ser decisivos, desde el punto de vista científico, técnico, de productividad y sustentabilidad, que permitan colocar al país, en el mediano plazo, como potencia industrial y tecnológica.

4.- “Las derechas go­bernantes intentaran una escalada de mayor represión contra las organizaciones sociales políticas democráti­cas y progresistas, con el fin de desarticular las bases ciudadanas de las izquierdas”

Como en los años 60s y 70s de la llamada guerra sucia del siglo pasado, nuestra izquierda actual se siente redentora, perseguida y reprimida, padeciendo el síndrome del delirio de persecución, debido quizás a que se “define prime­ramente como una escuela del noble oficio de la política, en la discusión y formulación del proyecto nacional orientado a la construcción de un nuevo tipo de sociedad diferente y superior a la actual… que desarrolla una crítica del capi­talismo en la perspectiva de lograr una nueva sociedad igualitaria y libertaria que supere dicho sistema de explotación, dominación y opresión". Este delirio de persecución que padece nuestra izquierda lo justifica en virtud de que para ella hoy contamos con un “Estado policiaco”. Este tipo de apreciaciones es un asalto a la razón, como diría el periodista Carlos Marín.

5.- “En 2006, en la contienda presiden­cial, le fue arrebatado el triunfo a Andrés Manuel López Obrador, mediante la defraudación electoral”

Terminará el sexenio y la estrategia política del PRD seguramente se mantendrá sin ser contaminada por la verdad, por las estadísticas y por la sentencia de los tribunales. Resultado: del 36% al 12% en las preferencias electorales.

6.- “El PRD debe vincular los procesos elec­torales con las luchas y movimientos populares, sociales y sindicales y las demandas del pueblo en todo el territorio nacional, con la defensa de las demandas justas de la ciudadanía y lograr su preferencia al programa de la izquierda a fin de impulsar la transformación del sistema político, económico y social vigente, constituyendo el poder popular como opción política desde abajo.”

Se confirma la tesis de partido-movimiento, impulsando el poder paralelo (semejante al poder popular que reivindica la APPO) y la llamada democracia participativa en oposición a la democracia representativa. La izquierda no puede ver otra forma de participación ciudadana y popular si no es encabezándolas. El PRD no se da cuenta que con ello lo único que está posponiendo es la construcción de un partido plenamente estructurado por sección, distrito electoral y municipio, pero además está dejando de construir un partido institucional, sólido y democrático.

La inmensa mayoría de dirigentes locales y nacionales prefieren realizan sus actividades en las llamadas luchas sociales (que resultan ser organizaciones para la gestión, con prácticas corporativas), al considerar que la del partido solo es una actividad burocrática. Además, ellos bien saben que es más redituable hacer labor de gestión para asegurar clientelas a la hora de las votaciones internas. Este círculo vicioso, para muchos virtuoso, no fue resuelto por el proyecto de estatutos que discutirá su “Congreso Refundacional”.  

7.- “El PRD rechaza la intervención de los organismos financieros internacionales que en alianza con la oligarquía nacional imponen polí­ticas excluyentes en perjuicio de la población, ya que atentan contra la vigencia de un Estado social y democrático de derecho y la soberanía nacional”

La verdad no peca pero incomoda reza el refrán popular, pero la realidad es que una de las recomendaciones medulares del llamado Consenso de Washington tenía que ver con la necesidad de la estabilidad macroeconómica y  monetaria. Y este precepto es usual y de sentido común que practican gobiernos de todos los tintes, más allá de que otras recomendaciones no se aplicaron correctamente por los gobiernos criollos, o las aplicaron de forma dogmática y autoritaria, como en el caso mexicano.

La izquierda mexicana sigue siendo reaccionaria cuando se trata de propuestas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que por cierto ya no son las mismas que planteaban en la época dorada del neoliberalismo. ¿O acaso el futuro gobierno de izquierda no pretende negociar con los organismos financieros internacionales?

8.- “Como alternativa al capitalismo neoliberal el PRD asume la necesidad de la interven­ción directa del Estado en la economía en las áreas estratégicas de alimentación, produc­ción de energías limpias, telecomunicaciones, procesos de alta tecnología, caminos y puentes, medios de comunicación, sistemas financieros, proyectos de infraestructura nacional y regional”

Si a este párrafo le quitáramos las siglas del PRD pareciera que fuera una tesis redactada por Hugo Chávez. La conclusión que desprenden de la actual crisis es simplista y anclada en el pasado: de la apuesta total a las libres fuerzas del mercado, ahora hay que apostarle a todas las fuerzas del Estado.

Esta tesis que se impondrá seguramente en el “Congreso Refundacional” va en contracorriente a la tesis planteada por el Presidente del Partido, Jesús Ortega, que dice: Los perredistas no pretendemos restablecer al Estado como el dueño y regente de los medios de producción y de nuestros recursos naturales, debemos decirlo con claridad, no queremos una economía estatista que obstruya la libertad y la iniciativa individual o social, pero tampoco queremos una economía controlada por una minoría oligárquica que, como ahora, está asfixiando a la nación.[23] Pero en el afán de la unidad de todas las izquierdas anti neoliberales la refundación en esta materia será la reivindicación de las tesis del PPS, que hoy se encuentra en la total marginación política.

9.- “El PRD postula que la consolidación de una democracia desarrollada en México pasa por alcanzar no sólo la democracia política sino también la democracia económica y social” “La transición democrática electoral fraca­só”

Bajo esta lógica la consolidación de nuestra democracia será hasta el infinito. Y como nuestra transición democrática fracasó o se descarriló por el “fraude” a López Obrador, hay que continuar con la resistencia civil pacífica, creando poder popular y construyendo el bloque histórico que derrotará al presidente espurio y a la oligarquía representada por el PRI, el PAN, PVEM y PANAL e instalar un gobierno con todas las fuerzas progresistas y de izquierda.

Este discurso nos hace pensar que los dirigentes que reclaman regresar a los orígenes del PRD, en esencia están proclamando retomar las banderas originales del FDN, los postulados de la revolución mexicana, el respeto al voto, contra el partido de estado (ahora llamado Estado policiaco) y luchar por la transición a la democracia. Este tipo de apreciaciones que son compartidas por la mayoría de la dirigencia perredista, van en contracorriente de los propios logros democráticos e institucionales que la izquierda y otras fuerzas políticas lograron para el país. Pero también refleja otra cosa, la creencia de que mientras la izquierda no esté en el gobierno de la república no hay avances. La concepción de una izquierda predestinada a gobernar a nombre del bien y portadora de la verdad absoluta.

10.- “La principal fuente de ingresos tributarios deben ser los impuestos a la renta y no los impuestos al consumo. Con respecto al IVA o cualquier impuesto al consumo disfrazado, rechazamos tajantemente gravar medicinas y alimentos, por ser un impuesto sumamente regresivo y que afecta a quienes menos tienen”.

Sin duda, este es el principal talón de Aquiles en materia económica de la izquierda perredista y sus aliados. El PRD debiese preguntarse seriamente que es más regresivo, si el aumento o la disminución del impuesto sobre la renta. Y, desde luego, preguntarse y responderse qué impuesto es más democrático, si el impuesto sobre la renta o el IVA.

En materia de impuestos la izquierda lo planea todo al revés. Nadie duda que hay que terminar con los privilegios fiscales y contar con un mejor sistema de recaudación;  pero también hay decirlo con sus letras, el impuesto al consumo es el más democrático de todos, y también es cierto que el alza al impuesto sobre la renta inhibe el crecimiento y sangra a todos los asalariados.

El otro tabú de la izquierda se refiere al impuesto en alimentos y medicinas. Nadie en su sano juicio puede pensar que la intención de los impuestos en alimentos y medicinas es bajo la consigna de que hay que golpear más a los pobres. Bueno, perdón, desde el PRD si se piensa así.

Al generalizar los impuestos en medicinas y alimentos, no sólo se podría terminar con algunos privilegios fiscales que hoy tienen ciertas trasnacionales y consorcios que producen artículos que los hacen pasar por medicinas, sino que al aplicarse el Estado a través del Congreso de la Unión, estaría obligado a determinar políticas compensatorias que contrarresten sus efectos regresivos, y se contaría con mayores recursos para enfrenar los principales retos del Estado Mexicano: marginación, pobreza, educación, salud, seguridad pública y procuración de justicia.


CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS

1.- Con el arribo de Jesús Ortega a la presidencia del PRD y la regresión política del movimiento de resistencia de López Obrador, muchos actores y observadores políticos vieron con optimismo la posibilidad de abrir una nueva etapa de la izquierda, la de los compromisos con los valores democráticos, con las instituciones, con el estado de derecho y con la equidad social. Los magros resultados electorales que obtuvo el pasado 5 de julio ratificaron esta apremiante necesidad.

2.- Sin embargo, las propuestas de reformas a los documentos básicos del PRD que se presentan al llamado “Congreso Refundacional” apuntan en un sentido contrario. En la Declaración de Principios, en el Programa, en la Línea Política y en los Estatutos no se aprecian las reformas y cambios que desde fuera de la sociedad esperábamos de este Congreso. Incluso, en los planteamientos de la llamada Conferencia Nacional Unitaria de las Izquierdas, integrada por un centenar de organizaciones sociales, donde el FAP en pleno está comprometido, se aprecia un serio retroceso político si se comparan con los planteamientos democráticos que el PRD había alcanzado hace una década.

3.- La delimitación clara y precisa de dos proyectos al interior del PRD, que se habían apreciado con toda nitidez durante la contienda interna y en los discursos de los principales bloques de corrientes, han terminado por diluirse. Por razones de estrategia o de pactos internos entre algunas de las partes, Nueva Izquierda ha cedido a las propuestas nacionalistas, antiliberales e intransigentes. No se puede entender de otra manera.

4.- Bajo el manto de la unidad y la prudencia política -según que para que la sociedad ya no los vea divididos- se observa un nuevo realineamiento de fuerzas internas con la intención de desplazar a López Obrador de la contienda presidencial, sin necesidad de expulsarlo, y colocar a Marcelo Ebrard al frente de la candidatura presidencial y  a Jesús Ortega en la Jefatura de Gobierno del D.F. La intención de renovar al PRD, desde las posiciones de la socialdemocracia, se pospone nuevamente por el más crudo pragmatismo político de intereses grupales.

5.- Estos cálculos políticos pueden resultar contraproducentes, pero también pueden abrir una nueva batalla interna de mayores dimensiones conforme se acerque el 2012. Los efectos inmediatos ya están a la vista con la renuncia de Ruth Zavaleta al partido. Dirigente destacada que le había dado ya buenos dividendos a la desprestigiada imagen del partido pero que, paradójicamente, le resultaba para ciertos dirigentes mucha sombra política, tanto en el DF como a nivel nacional. Se impuso la lógica del golpeteo y la exclusión al más puro estilo del viejo régimen. El presidente del partido puede correr el mismo riesgo que está padeciendo el presidente de la república, aislado y controlado por el congreso.

6.- En la práctica el PRD se está convirtiendo en una maquinaria electoral, que a todos les sirve por igual y por esa razón poco les importa la creación de un partido con una estructura territorial sólida con mandos institucionales, como tampoco les interesa la elaboración programática de una izquierda moderna, los documentos básicos terminan por ser una mera formalidad, que comúnmente no se respetan. El reto es que en cada elección se puedan contar con “candidatos com­petitivos…con campañas mediáticas eficaces”, así como la apuesta a la esperanza de cada seis años, la de contar con el “mejor” candidato -no importa su procedencia- para ganar la presidencia de la república. Al mismo tiempo, se impone la idea de contar con una izquierda anti sistema, que reivindica todas las formas de lucha, que sueña con al advenimiento de una “situación revolucionaria”, para hacer valer el ahora socorrido artículo 39 constitucional: El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

7.- Cuando el PRD crece el PRI decrece, y a la inversa. Y si el PRI llegase a conquistar la presidencia de la república en el 2012 seguramente el PRD tendrá un debilitamiento aún mayor. Esto sucede porque ambos partidos, en términos generales, se alimentan de las mismas clientelas, y éstas se van con uno u otro por razones estrictamente pragmáticas.

Por otra parte, el PRD sigue sin asimilar que la suma de siglas llamadas coaliciones es una excepción no una regla a cumplir en toda ocasión. Con el FAP se multiplican los vicios no las virtudes y las posiciones de una izquierda democrática se diluyen. Y si a esta coalición se le agregan aliados provenientes del izquierdismo el perfil de una izquierda anti sistema se consolida. Es una Izquierda que es necesaria pero que no es la opción que amplios sectores de la sociedad están esperando del PRD.

8.- Una refundación de gran calado supone impulsar cambios de raíz en todos los órdenes, en materia programática, estratégica y partidista, que implique la creación de una nueva fuerza política de corte socialdemócrata, por medio de un Congreso Constituyente que implique la disolución del partido semejante a la metamorfosis que vivió el PMS para dar vida al actual PRD. No será así. Únicamente será un nuevo arreglo político entre los principales grupos de poder.
  

[1] Convocatoria al XII Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática.
[2] Documento de discusión para la reforma de Línea Política.
[3] Refundación sin disolverlo y sin que puedan votar ajenos a las tribus. Rogelio Hernández López.
Milenio Diario. 7 de septiembre de 2009
[4]Documento de discusión para la reforma de Línea Política.
http://www.prd.org.mx/portal/documentos/lineapolitica.pdf
[5]¿Hacia dónde la refundación de la izquierda? http://laizquierdaenmexico.blogspot.com/2008/07/hacia-dnde-la-refundacin-de-la.html
[6] PRD: refundación o reacomodo. Pascal Beltrán del Río. 22 de noviembre de 2009. Periódico Excélsior.
[7] Es menester señalar que ya había antecedentes de crisis de gran magnitud. La primera es cuando López Obrador salió electo presidente del partido, en el año 1996. En esta elección López Obrador arrolló a sus contrincantes: Heberto Castillo, Amalia García y Jesús Ortega. Pero vaya paradoja, en los corrillos de Monterrey 50 todo mundo se indignaba y se mofaba de la “operación mojarra” que aplicó el Tabasqueño en su tierra natal. Solamente con la votación de ese Estado fue más que suficiente para que Obrador conquistara la presidencia. Las irregularidades fueron muy evidentes para anular las elecciones, pero no fue posible porque la diferencia era enorme y los contrincantes fueron incapaces se reunir y presentar las pruebas. La otra elección fue la de marzo de 1999 donde compitieron, entre otros, Amalia García, Jesús Ortega y Rosa Albina Garavito. Fue un verdadero cochinero. Esta última denunció en su momento que la Comisión de Garantías y Vigilancia nunca cumplió su mandato de anular las elecciones y sancionar a los defraudadores. El PRD: entre la rectificación y el retroceso. Ignacio Pinacho.
http://www.reneavilesfabila.com.mx/universodeelbuho/95/95-pinacho.pdf
[8] Izquierda en Crisis: Heberto Castillo. Sergio Aguayo Quezada. 7 de Abril de 2004. Periódico Reforma.
[9] Blanche Petrich, Renato Dávalos y Enrique Méndez. 21 de marzo de 2005. La jornada.

[10] El PRD actuará sin contemplaciones contra la corrupción de adentro y de afuera. Leonel Godoy Rangel. Discurso pronunciado en el acto de inauguración del VIII Congreso Nacional del partido. México, D.F., 26 de marzo de 2004. Revista Coyuntura No. 120. IERD.
[11] El VIII Congreso Nacional del PRD. -Crónica y testimonio-. Onel Ortiz Fragoso. Revista Coyuntura No. 120. IERD.
[12] IX Congreso Nacional del PRD: mucho trabajo pendiente. Onel Ortiz Fragoso. Revista Coyuntura 128. IERD.
[13] Evitará IDN que Nueva Izquierda gire el partido a la derecha: Padierna. Entrevista de Arturo Cano. 20 de febrero de 2006. Periódico La Jornada.
[14] Encinas reaviva pugna; llama a rescatar al PRD. Francisco Reséndiz. 19 de noviembre de 2008. Periódico el Universal.
[15] Las causas de la crisis en el PRD. Jesús Ortega Martínez. 10-Abril-2008 Periódico Excélsior.


[16] PRD: Refundación o Reacomodo. Dolores Padierna. http://www.idn.org.mx/idn/
[17] Documento de discusión para la reforma de Línea Política.
[18] Camino al andar. María Amparo Casar. 30 de julio de 2007. Periódico Reforma.
[19] Las causas de la crisis en el PRD. Jesús Ortega Martínez, Candidato a la dirigencia nacional del PRD 10-Abril-2008 Nuevo Excélsior
[20] Movimiento Nacional para la Unidad Progresista, Democrática y de Izquierda. 20 de noviembre de 2009. Documento Impreso. Y punto 34 del documento de discusión para la reforma de Línea Política.
[21] Reglas de Procedimiento de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar.

[22] Un futuro para México. Jorge G. Castañeda / Héctor Aguilar Camín. Revista Nexos 01/11/2009
[23] Discurso de Jesús Ortega Martínez en el Museo de la Ciudad de México. 3 de diciembre de 2008
                 

UNA LÍNEA POLÍTICA PENDULAR


UNA LÍNEA POLÍTICA PENDULAR
-A propósito del XI Congreso del PRD-
Por Ignacio Pinacho
10 de septiembre de 2008

“El PRD debe de mantener su negativa a dialogar con FCH…”

“Los gobiernos perredistas deben mantener una relación institucional
con el gobierno de FCH y anteponer frente a cualquier consideración
los intereses ciudadanos.”

(Puntos 12 y 13. Contribuciones a las 15 tesis sobre la línea política
 del PRD. Comisión Organizadora del Congreso)


1.- Si “La estrategia de polarización, confrontación, estigmatización y acción directa que se ha seguido a raíz del fraude electoral del 2006 ha resultado contraproducente para el PRD y el movimiento democrático, lo que ha sido capitalizada por el PRI” (Punto 2), eso significa que el sustento de dicha estrategia tampoco tiene validez. La decisión del X Congreso, de la Convención Democrática y del FAP de no reconocerle legitimidad al gobierno de Felipe Calderón queda rebasada, desde el momento mismo que “el PRD buscará acuerdos políticos sobre problemas específicos con fuerzas antagónicas… Inclusive, el PRD estará abierto a la posibilidad de establecer acuerdos políticos con el partido en el gobierno en temas concretos en los que exista coincidencia” (Punto 3).

2.- En congruencia el PRD no tiene porque seguir oscilando entre “el discurso confrontacionista, que apuesta al fracaso del gobierno ilegitimo,… (Punto 2) y, al mismo tiempo,  “…reiterar inequívocamente el compromiso del PRD con la vía electoral y reconstruir la imagen del Partido para mostrarse ante la sociedad como una opción de cambio responsable y en estabilidad que puede resolver los grandes problemas del país.” (Punto15).

3.- Empero, a lo largo de las tesis sobre la línea política que la comisión organizadora presentará en su XI Congreso coexisten la visión rupturista y reformadora, lo que puede convertir, nuevamente, a su estrategia política en un mar de ambigüedades. La línea divisoria entre movilización popular y política democrática e institucional no es infranqueable, cada quien puede hacer uso de ellas conforme a sus perspectivas y visiones del momento. “Es decir, el PRD presentará alternativas en los espacios institucionales pero se movilizará para resistir medidas antipopulares y buscará la democratización de esos mismos espacios mediante la movilización y el cambio de las leyes.” (Punto 3).

4.- Si en el PRD se impone una línea política de concesiones mutuas entre los dos grandes bloques claramente diferenciados, seguirá patinando en la indefinición, sin tener un discurso coherente y comprometido con la legalidad y las instituciones. Arribará a las elecciones federales muy debilitado y sin ejercer su liderazgo de segunda fuerza en el Congreso de la Unión. La oportunidad, que aún le resta, en esta legislatura de erigirse en una fracción parlamentaria determinante para pactar las reformas pendientes puede irse por la borda. El Perredismo debiese proponerse como objetivo inmediato el quitarle la estafeta al PRI como el partido de los grandes acuerdos nacionales. Su programa de gobierno y de oposición debe estar orientado en ese sentido, bajo la premisa de que el país requiere sortear en lo inmediato dos grandes problemas nacionales: la recesión económica y la impunidad (causante principal de la inseguridad y la violencia).

5.- Estas dos grandes agravantes nacionales si no son atacadas de frente -con la visión de estadista que la ciudadanía reclama- debilitará significativamente al estado y sus instituciones, y seguirá manteniendo a la población en la zozobra y en el permanente empobrecimiento. “Construir un nuevo régimen en beneficio de las mayorías·” y un “Estado democrático y social de derecho” no es para cuando la izquierda se instale en los pinos o para la campaña de 2009. Si el PRD quiere asumirse realmente como un partido institucional y que vela por los intereses nacionales y de la mayoría, debe ser el principal promotor de las soluciones nacionales. Esperar a “la ruptura que viene” y únicamente advertir “una regresión política” no solo unifica a los polos opuestos (los autoritarismos de izquierda y de derecha), sino que también es un claro síntoma de sectarismo e irresponsabilidad política.

6.- Si el de Felipe Calderón es “un gobierno gris e ineficaz” y sin la estatura que el país reclama, la izquierda debe convertir esta situación en una gran oportunidad no para echarle fuego a la hoguera, sino para incidir en la opinión pública, en la sociedad y en el Congreso, y demostrar en los hechos la disposición al diálogo y a los acuerdos, sin dejar de “ser una oposición firme y enérgica al gobierno de derecha de FCH, pero también propositiva y dispuesta a construir mayorías legislativas para transformar al país”. Los demócratas de este país, deben de cerrarle el paso al “agudizamiento de las contradicciones” y a la intención de “interrumpir el mandato constitucional del ejecutivo federal”, y a comprometerse sí, en el diseño de un nuevo régimen político con los equilibrios pertinentes que sea garante de una gobernabilidad democrática.


7.- “El programa básico” del PRD, efectivamente, debe contener “temas y acciones prioritarias para el corto plazo”, pero no un glosario de 45 puntos que son valederos para cualquier circunstancia y que se pierden en el imaginario nacional, sin establecer los acentos y compromisos para la coyuntura actual y para el actual periodo de sesiones del Congreso de la Unión. El Congreso del PRD debe tomar la iniciativa y lanzar una gran Convocatoria Nacional para instalar una Mesa para el Dialogo y los Acuerdos Nacionales, donde participen todas las fuerzas políticas y los Poderes de la Unión.

8.- La mejor ruta y estrategia para el PRD para recuperar lo perdido y estar en condiciones de abrir un disputa electoral de tres en el 2009, será aquella que tenga la determinación, en primer término, de dejar atrás la línea política pendular dónde a final de cuentas la intransigencia y la intolerancia son más notorias a los ojos de la sociedad, y en segundo término, la determinación de hacer valer la política y las reformas como las únicas vías para transformar el país.